Editorial

[Editorial] No hay mensaje con independencia del contexto en el Cine.

El Cine es una herramienta de comunicación, que puede ser independiente en su esencia, pero dependiente del observador y el contexto para que se constituya como tal. El cine de por sí es un conjunto de escenas y situaciones que unidas nos dicen algo, nos muestran una realidad o ficción y nos involucran en alguna situación.

Teóricos del cine como Sergei Eisenstein, quien se considera como el padre del montaje, definían que “en el cine el espectador vive este proceso de percepción psicológica gracias al acoplamiento y la acumulación de hechos dispuestos estratégicamente en una cadena de asociaciones.” (La teoría del Montaje de Atracciones (parte II), Víctor Cubillos)

Si analizamos esta cita nos damos cuenta de cómo en sus inicios el cine a través del montaje quería contarnos algo, transmitirnos mensajes. El modo de hacerlo era influir en nosotros a través del uso de imágenes superpuestas, de mostrarnos cosas – las que el director quería- a través de técnicas de cámara, planos y montaje, para poder hacer una asociación.

Eisenstein en su película más famosa “El Acorazado Potemkin” realiza una serie de técnicas, a veces matemáticas, para montar situaciones y significar determinados mensajes ideológicos.

Personalmente cuando vi esta película por primera vez, quedé impresionado con las escenas como la escalera de Odessa, la relación con la zona áurea en el montaje, los planos, angulaciones de cámara etc. Me pareció una película excepcional. Pero yo estaba inserto en un contexto, estaba presente en una clase, un visionado apoyado por un profesor de teoría del cine y era estudiante en ese momento de la carrera de comunicación audiovisual. Muchos que encuentran muy buena esta película, es porque sus contextos hablan sobre la película y le hacen sentido.

Voy a este ejemplo porque cuando vi esta película nuevamente en mi casa, para escribir un ensayo como tarea para el ramo teoría del cine, invité a mi madre a verla (en ese tiempo vivía con mis padres) y a ella le pareció la película más horrible que haya visto. Y no porque sea más ignorante o no se de cuenta de cosas obvias. Es simplemente porque su contexto hace que no relacione, ni le encuentre sentido alguno a la película y por ende, la lleva solo a capturar como objeto visual lo que ella considera, desde su experiencia, como estéticamente bueno o artístico. Estamos hablando de una persona con estudios de arte y diseño gráfico, que conoce más que yo qué es la zona áurea y sabe más de iluminación y colores de lo que yo sabía en ese entonces. Pero a pesar de eso, no le llamó la atención nada de la película, la encontró aburrida y se reía del argumento muy básico de los marineros que no se querían comer la comida en un barco…

En muchas películas o en la mayoría diría yo, los directores juegan con las escalas de planos, con el montaje rápido en ciertas ocasiones para dar intención a ciertos momentos y con la música también. Eso es una estrategia cinematográfica desde los tiempos de las primeras películas, pero eso no basta para la comunicación perfecta al espectador, hay algo más allá y esto es la relación que el sujeto observador tiene con la pantalla, el acuerdo previo de definir qué es ficción o realidad y el contexto en que se desenvuelven los hechos.

El cine de corte realista, por ejemplo, juega con estos principios en la relación espectador pantalla, intenta trasladarnos a un escenario que parezca real y eso se extrapola a la mayoría de los argumentos cinematográficos (sean realismo o sean ficción). Mora plantea en un ensayo que “en primer lugar, un recurso estilístico importante, desarrollado con el fin de potenciar en la pantalla la sensación de realidad, consiste “descalzar”, al interior del encuadre, la relación entre el campo (mayor) de la acción y el campo óptico (menor) propuesto por el focal que se está utilizando para el registro cinematográfico. Este recurso de la puesta en escena rompe con la ilusión, en la subjetividad del espectador, de que el espacio fílmico, a pesar de no ser” real”, es una convención al interior de la cual se suspende el sentido de realidad y se acepta como un espacio propio del cine. Es decir, la pantalla ofrece un mundo artificioso que el espectador aceptará como “real” mientras transcurre el relato. En otras palabras, el canon nos propone una “realidad” fílmica distinta a la que conocemos en nuestro cotidiano: “el mundo ilusorio de las películas” es una convención sin la cual no se puede gozar de la experiencia cinematográfica.” (Luis Mora, “Notas sobre Realismo”)

Las películas nos muestran un escenario donde el contexto del personaje principal influye en las acciones posteriores y a la vez nos lleva a nosotros mismos a jugar en la misma dinámica, frente a nuestra experiencia de los hechos planteados, con la ayuda de la intencionalidad dramática del film. El cine está cargado de emociones, pero no todos captarán estas emociones de la misma manera ni en el mismo momento.

Nosotros podemos caer en ese juego aceptando esa realidad momentánea con la pantalla y de esa manera entendemos el mensaje. “El espectador, al utilizar y potenciar sus herramientas cognitivas a través de la imaginación, se hace “más” persona, en vez de un receptor pasivo de significados pre-envasados, que solo lo pacifican, pero no lo enriquecen… El realizador logra entonces “pactar” con un espectador que acepta la “realidad” propuesta en la pantalla como una “verdad” posible.” (Luis Mora, Notas sobre Realismo)

El mensaje no puede ser mensaje si no se consideran diferentes factores, entre esos el más importante es el observador y su contexto, y más aún cuando se da en el cine que juega con una multitud de instancias y técnicas para connotar y esperar respuestas.

La película no es película o no es una “buena película” si no consideramos que el mensaje no existe con “independencia del observador”. Por esta razón existía el toque propagandístico de las películas de Eisenstein, que eran realizadas en determinado contexto político – ideológico. Por eso los gustos reiterados a ciertos films o géneros cinematográficos que unos consideran espectaculares y otros malísimos. Es por esto que mi madre, al ver una de las películas consideradas como una de las mejores obras cinematográficas de la historia del cine encontró que era pésima. Si ella fuera crítica de cine, creo que la encontraría una obra de arte, o como diseñadora y artista que es de profesión, si le contara que el realizador montó su película en base al número áureo en sus planos, le encontraría mayor sentido quizás y la comenzaría a ver desde otro punto de vista. Sin embargo, ella consumió fanaticamente todas las temporadas de la serie “The Crown”, o lloraba al ver la película “Los Puentes de Madison” que, a mí, jamás me generaron nada, ni ganas de verlas ni de pasar a ver otro capítulo. Es su contexto, que la llevó a tener esa conexión espectador pantalla con ese film y esa serie, con ese mensaje que el director y guionistas de esas obras querían expresar, para cierto público que estuviera dispuesto a esa conexión. El contexto personal nos arma el mensaje, el observador, es el que saca conclusiones, gracias al pacto pantalla – realidad.

Escojo esta reflexión como mi primer post en este blog de cine y series, porque quiero dejar conciencia de que todas las obras audiovisuales son diferentes, no hay buenas ni malas. Es el contexto de cada persona, lo que hace que se aprecien de forma diferente y se sientan de una forma particular. Las películas son o no son dependiendo de quien las vea y de cuál sea su experiencia y eso genera la conexión con quién las emite.

Las opiniones que van a leer en este blog, son con esa esencia, desde el punto de vista mío, desde mi contexto. Quizás mi opinión te haga sentido y quizás no, pero será una invitación a que veas ciertas películas desde otro punto de vista, para que enriquezcan el contexto por el cual estás parado frente al pantalla para verlas y te ayuden a que las aprecies de otra manera.

Por: Rafael Vásquez González